El día siguiente al de San Juan tiene lugar la no menos célebre y de ancestral tradición fiesta de las “móndidas”: tres mozas, doncellas casaderas que portarán sus vestidos, abalorios y cestos muy particulares llenos de flores y pan en la cabeza.



Las móndidas se dispondrán a una serie de ritos, como el recital de cuartetas y una serie de bailes. En la villa, a primera hora de la mañana, se celebra la caballada, donde el concejo municipal viste con sus mejores galas.



Según Miguel Moreno y Moreno: “La víspera de San Juan se atavía la móndida con mantilla y teja - vieja usanza y sabor español -, blusa de encaje blanca; con gorguera, cadena y medallón; falda azul, media y zapato blanco, y lazo de color.



El día de San Juan, en esta madrugada en que las móndidas actúan de sacerdotisas, han sustituido la teja por el cestaño, del que se destaca el rollo o roscón, y de él, el arbujuelo, pequeño árbol que va recubierto de masa de pan sin sal, y coloreado de azafrán, la mantilla está también sustituida por un mantón de Manila o de “ramos” encarnado, y la falda azul por enagüilla de pico y puntilla”.

Luego irán hasta la ermita del Humilladero, ofrecerán el arbujuelo, se desprenderán del cestaño y recitarán ante la Corporación las célebres cuartetas, poemas sencillos y toscos, pero frescos y dulces en el oido. Baile de la jota con los concejales y alcalde de la villa, tonos de dulzaina y mucha emoción, completan el día de las “móndidas”.

También en esta antigua fiesta encontramos los orígenes poco claros, remontándose desde el culto pagano a Ceres, o a tradición celtíbera, o a los dioses romanos; en cualquier caso, de nuevo es retomado por el Cristianismo, y se adapta a los tiempos modernos, llegando a su actual estado.



Sí es evidente que hay una ligazón con la cosecha, la comida, el campo, la vida rural y tradicional, y no precisamente unida a la fiesta del paso del fuego pese a la proximidad de las fechas.


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